
Si tuviera que guarecerme de la tormenta, lo haría en tus brazos. El olor de tu perfume me embragaría hasta dejarme dormida y sentir tu corazón latir marcaría los tiempos de mi descanso. Si tuviera que guarecerme de la tormenta, lo haría en tus besos. En los que me das en la boca, en la frente, en la mejilla, en todos. Me quedo con su dulzura que me demuestra, una vez más, que estás a mi lado.