Si tuviera que guarecerme

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Si tuviera que guarecerme de la tormenta, lo haría en tus brazos. El olor de tu perfume me embragaría hasta dejarme dormida y sentir tu corazón latir marcaría los tiempos de mi descanso. Si tuviera que guarecerme de la tormenta, lo haría en tus besos. En los que me das en la boca, en la frente, en la mejilla, en todos. Me quedo con su dulzura que me demuestra, una vez más, que estás a mi lado.

Volé para otro lado

Vienes a tocar mi puerta para ver si te abro, para ver “cómo estoy”, si estoy disponible y si eso, nos tomamos algo. Y lo estoy, después de hace tanto tiempo te abro la puerta dejándote paso. Pero ya no soy la de ayer pues tengo el cartel colgado de fuera del alcance de tus manos. Pero no quieres verlo, lo ignoras y te acercas, vuelves hacer lo que ya sabía de antemano. Amigos dijimos, pero sigues en tus trece volviendo a por lo de siempre, volviendo al lugar equivocado. Es una pena, pensé que eras diferente y al final es el mismo resultado, eso es lo que me demostraste y lo que me has demostrado. No tengo ningún tipo de valor para ti más allá de saciar tu necesidad, es una pena pero yo ya volé para otro lado.

Objetivo que no pareces alcanzar

Muchas veces en la vida nos marcamos objetivos que queremos y deseamos alcanzar porque creemos que tenerlos nos hará felices. En el trabajo, por ejemplo, creemos que determinadas condiciones laborales nos proporcionarán más tiempo, más dinero o más prestigio. Todo esto está muy bien, ya que los objetivos nos inducen al movimiento, nos hacen tener una motivación y por tanto una razón por la que vivir. El problema viene dado cuando nos anclamos en ese objetivo sin ser conscientes de que tenemos todo un camino que recorrer. Vivimos en el futuro (que no existe aún) y nos alejamos del presente (que es lo que existe y es nuestro futuro más cercano). Cuando vivimos así, empezamos a tener frustración por no alcanzar lo que estamos buscando y si nos encontramos con inconvenientes que aplazan la consecución de dicho objetivo, empezamos a sentir rabia, desmotivación y entramos en un círculo vicioso de “no quiero esto, quiero salir de aquí ya”. ¿Por qué no en lugar de luchar en contra la marea por aquello que no podemos tener, no nos centramos en lo que tenemos?¿Por qué no mejor abrimos nuestra visión a todo aquello que la vida nos aporta en forma de aprendizajes, vivencias y sensaciones?¿Por qué no nos dejamos llevar por el hoy?Quizás hay cosas que haya que ver primero, gestionar o valorar, sentir y vivir antes de llegar. Si el objetivo ha de ser, será siempre y cuando tú te muevas hacia él pero no te obceques en él o te perderás otras muchas cosas. Escúchate, experimenta cosas nuevas y vive. Toma decisiones pero desde fuera de la posición de “eso es lo mejor para mí” porque eso no lo sabes aún. La vida da muchas vueltas y lo que creemos que es lo mejor, no siempre lo es o simplemente aparece algo que nos da un giro de 180 grados y nos sorprende completamente. Por lo cual, márcate el objetivo pero échale un vistazo sólo de vez en cuando, no te pierdas lo que puede ser por lo que crees que puede ser.

Y si no te encuentras bien con tu presente, cámbialo porque eso sí es lo que puedes hacer. Si no puedes porque hay facturas que pagar, mira a tu alrededor, date tiempo para ello y piensa qué es lo que se puede hacer para sentirte mejor, qué otras cosas hay que te inyectan y te conectan a la vida. El trabajo muchas de las veces es un medio para un fin, no es el fin último. Haz lo que te llena, lo que esté en sintonía contigo mismo, lo que sea coherente contigo mismo. Creer saber qué es lo mejor para uno, no es una verdad absoluta es sólo una creencia porque la felicidad siempre se encuentra en el momento presente.