Una historia os vengo a contar,
las orejas debéis afinar
pues una moraleja tiene escondida,
¿seréis capaces de decírmela al final?
Allí en lo más profundo de los bosques
vive una pequeña criatura,
imperceptible para el ojo humano,
es un ser de luz y de alma pura.
Siempre vivió alegre
como son todos de su misma especie
contento con todo lo que veía
pues aquel mundo
era una fantasía.
Más un día como otro cualquiera
en su poblado se escuchó un leyenda,
todo aquel que desee la completa felicidad
deberá ser capaz de atrapar a una Lleida.
Así el chico se disputo a buscarla
trazó mil y un camino para alcanzarla
y fue poco a poco consiguiéndolo
hasta que un día llegó a apresarla.
Era tan diminuta
que no le fue suficiente.
El quería más,
se puso en marcha a por el siguiente.
Pasaron los años
de objetivo en objetivo,
todo un plan trazado,
tenía que conseguirlo.
Pero se hizo mayor
y ya su cuerpo no le acompañaba,
demasiados riesgos
para un viejo
que ahora se marchitaba.
Entonces fue cuando se dio cuenta
pues todos sus amigos eran felices,
nunca fueron a buscar a la Lleida
estuvo siempre delante de sus narices.
La felicidad no se atrapa
se siente en cualquier parte,
se olvidó de vivir
y ahora ya era tarde.
No aprendió a disfrutar
de lo que tenía delante,
pues los pequeños momentos
las cosas de ensueño
esos, son lo que te hacen boyante.
Así con lágrimas en los ojos
se recostó en la almohada,
tanto tiempo perdido
pensando en alcanzarla.
Sus alas dejaron de lucir
y con un suspiro en la garganta
llegó el pobre anciano…a su fin.