Nubes en el cielo.
El sol ya se esconde,
tiñe el cielo de un intenso color salmón.
Precioso.
Me encuentro sola, sentada
y con la mirada hacia el horizonte.
Cargo mis pulmones de oxígeno,
es aire puro y limpio.
Cierro los ojos…
Me sumerjo en el pasado y me pregunto
¿Es suficiente?
Recorro mi vida,
cada etapa, mis historias.
La infancia hasta los veinte,
llena de sueños, errores, tristezas, amores
el momento de conocerse.
Quizá debí experimentar más,
vivir de otra manera
o quizás no…
A los treinta desarrollas tu potencial,
de tu grandeza y flaquezas eres consciente.
Calmada, serena, focalizas tu atención
en aquello que quieres.
¿Me equivoqué en algunas de mis decisiones?
Alguna que otra aparece en mi mente
¿Tendría que haber seguido más mi corazón?
Puede que si,
pero viví mi vida y no me arrepiento
pues llegué a buen puerto a pesar de la corriente.
Ahora viene los cuarenta,
más tiempo, más perspectiva.
Signos de vejez, el aviso del tranvía
que te lleva sin dudarlo
a otro paraje, más rudo eso si
pero no por ello lleno de umbría.
¿Cómo será mi vida a partir de los cincuenta?
Me cuesta visualizarlo, demasiado lejos.
Tengo miedo.
Miedo de ser resentida,
de echar de menos a mi gente
pero, ¿sabes que?
Que de llegar, me encuentro impaciente.